Cuando decimos que El Hatillo es alegría, no hablamos solo de un eslogan. Hablamos de un propósito: devolverle al municipio esa esencia que lo hacía único, ese espíritu donde las familias podían vivir con tranquilidad, seguridad y esperanza. Porque no hay Hatillo alegre sin familias unidas. Y no hay mejor manera de construir comunidad que empezando desde el hogar.
Estos días, junto a Gaby, mi esposa y compañera de vida, hemos recorrido cada rincón del municipio. Lo hacemos como pareja, como padres, como vecinos comprometidos. Y en cada conversación con ustedes confirmamos que los hatillanos quieren lo mismo: un municipio donde sus hijos puedan crecer sin miedo, donde sus padres sean atendidos con dignidad y donde podamos disfrutar de nuestras tradiciones sin renunciar a la modernidad.
La alegría de El Hatillo no es superficial. Es la alegría de ver a los niños jugar en las plazas, de compartir en familia un domingo en el casco histórico, de organizar una parrilla con los vecinos sin pensar en el crimen o en los cortes de agua que interrumpen lo más básico. Es la alegría que nace de saber que el lugar donde vives te ofrece oportunidades y te cuida.
Pero para lograr eso, necesitamos más que discursos. Necesitamos un plan que transforme la realidad, que recupere los servicios, que ordene el crecimiento y que garantice seguridad. Como lo dije claramente en mi propuesta pública: llegó la hora de la acción directa, de dejar a un lado las excusas y asumir la responsabilidad de cambiar lo que está mal.
Y en esa lucha, la familia es clave. Gaby no solo es mi esposa, es mi aliada en este compromiso. Conoce cada calle del municipio, escucha a cada madre que le cuenta sus preocupaciones y se suma con ideas y soluciones. Juntos hemos aprendido que la política no se hace desde una oficina: se hace escuchando, caminando y, sobre todo, poniendo el corazón en cada paso.
No quiero un Hatillo que sea solo cifras o promesas. Quiero un Hatillo que sea un lugar para vivir y disfrutar, donde la alegría sea algo cotidiano, no un recuerdo lejano. Donde los hatillanos se sientan orgullosos de su municipio porque saben que aquí hay un gobierno que los respeta, los escucha y trabaja para ellos.
Hoy más que nunca, El Hatillo necesita un liderazgo que combine experiencia con sensibilidad, firmeza con cercanía, planificación con humanidad. Porque los problemas que tenemos no son inventados: el agua, la inseguridad, el caos en las construcciones, el abandono de los servicios, son realidades que golpean todos los días. Y no se solucionan con improvisación, sino con un equipo preparado y comprometido.
Por eso quiero invitarte a que te unas a este movimiento que estamos construyendo juntos. Un movimiento que nace de la certeza de que El Hatillo puede volver a ser ese lugar alegre que tanto recordamos, pero con la mirada puesta en el futuro, para que nuestros hijos no tengan que irse a buscar calidad de vida en otro sitio.
Porque El Hatillo Alegre no es solo un sueño: es una decisión que tomamos cada uno de nosotros. Y empieza por elegir líderes que crean en la familia, que la defiendan como base de la sociedad y que trabajen para que cada hogar hatillano vuelva a ser un espacio de tranquilidad y esperanza.
Con Gaby a mi lado, reafirmo hoy mi compromiso de entregar lo mejor de mí para que este municipio vuelva a sonreír. Porque lo que queremos para nuestra familia, lo queremos para todas las familias hatillanas: un Hatillo seguro, ordenado y lleno de alegría.
Gracias por confiar en nosotros, por abrirnos las puertas de sus casas y por creer que juntos podemos lograrlo. Porque El Hatillo ni se hereda ni se entrega: se construye cada día, en familia y con alegría.
— Alfredo Catalán